- A
ver, Lautaro, ¿cuántas veces te dijimos de ir de putas y no quisiste?
Así me
recibe el Pibe. No hay hola ni cómo estás. Solo la frase. Y el abogado, por
supuesto. Me siento sin que me inviten. Y no contesto.
El Pibe
no llega a los treinta, y si se sigue conduciendo así, no llegará a los
cuarenta, aunque todavía no lo sabe.
-Lautaro,
¿sos boludo vos?
El
abogado pone una mano tranquilizadora en el antebrazo del Pibe, pero no lo
conoce. El Pibe está acostumbrándose a mandar, y cree que la calma sobra. Pega
un puñetazo en la mesa, y como todos los días, lamento que su padre no haya
muerto sin descendencia.
-Disculpe-interrumpe
el abogado-, si me permite, lo que necesitamos es una explicación a esto.
El
abogado gira la computadora y aprieta un botón. Empieza una película muda que
ha sido cuidadosamente editada. Todas las escenas me incluyen en situaciones
poco elegantes con mi secretaria, Andrea.
Andrea
tiene casi cuarenta años, y aún es una hermosa mujer. Su cara muestra sorpresa
y desilusión, todo junto, mientras la apoyo contra la fotocopiadora y trato de
besarla, escena uno. Corte a pasillo y mano en la cola, mas dolor, escena dos.
Y así.
-Basta,
ya entendí el argumento-le digo al Pibe- y también conozco el final. ¿Andrea se
quejó?
-No, Lautaro,
no se quejó. Y me chupa un huevo si se queja o no. Lo que me importa es lo que
me dice el boludo del abogado, y es que la mina nos puede hacer un quilombo
infernal por tu calentura. Acoso sexual y esas mierdas. ¿Estás enfermo? ¿Adentro
de la empresa te tiene que agarrar la calentura? Yo sabía que esa imagen de santurrón
era falsa, pero no esperé que me lo demostraras acá adentro. ¿Sabés lo que nos
puede hacer?
-No.
Pero si no lo hizo hasta ahora, ¿por qué lo haría?
Al
abogado no parece importarle que el Pibe lo haya insultado. Lejos de eso,
procede a explicar solícito.
-Esteeee,
la cosa es así. La señorita Andrea forma parte del plan de reestructuración, y
dadas las condiciones actuales, creemos que esa inclusión corre peligro. Se ha
generado una contingencia.
Me toma
un segundo traducir la jerga inmunda.
-¿La
ibas a echar?- le pregunto al pequeño imbécil.
-Ehhh,
sí. Estamos reduciendo gente. Y ella es cara para secretaria. Te íbamos a
contratar otra. Una pendeja mas linda, viejo pajero.
Me
faltan dos años para jubilarme, pero no es por eso que tolero los insultos. No
puedo pensar solo en mí.
-Bueno,
¿y qué querés?
-Nada.
Decirte que te estamos viendo. Que pares de joder. Andá de putas si querés, o
violala en su casa. Acá no jodas mas.
-¿O qué?
Me mira
con rabia. Sabe que no puede manejar la empresa sin mí. No todavía.
-Andate,
querés. Y dejá de joder.
Salgo
sin cerrar la puerta, lo que le molesta, y llego hasta mi oficina caminando
despacio. En la puerta me está esperando Andrea, con la mirada de dolor que
mantiene sin pausa desde hace un mes, desde que empecé a tocarla.
De golpe
me siento cansado, son muchos años encima, y no estoy para estas cosas. Veinte minutos
después estoy entrando en mi casa. Mi mujer me recibe con un beso.
-¿Y?-pregunta.
-Ya está.
Se acabó. Pero Andrea no me lo va a perdonar nunca.
-Nunca
es mucho tiempo-me dice con sabiduría- vas a ver que todo pasa.
Me pone
un whisky con hielo en la mano y vuelve a la cocina. Yo pienso en la mirada
dolida de Andrea, en la despectiva del Pibe y en la sumisa del abogado, y me
digo que no importa. Mañana cuando entre a la empresa, Andrea va a seguir teniendo
laburo. Lo demás, lo demás se verá mas adelante.