Continuación de Querida Mariana, Querido Nicolás y La Cola.
El jueves cumplo años. Sesenta y cinco, cuarenta y dos de los cuales he sido policía. El jueves me retiro, aunque compañeros aún más viejos que yo me han dicho que uno jamás deja de ser policía, por más años que cumpla. En otras palabras, la única forma de abandonar, es dejando de cumplir años.
He visto la maldad, en todas sus formas y fondos, pero nunca como hasta ahora había sido testigo de una historia como esta, la de una ponzoña tan gratuita como estéril, tan dolorosa como humana.
Desde ya les anticipo que no sabré yo, ni tampoco ustedes a través mío, al menos, como termina esto que estoy a punto de contar, y no seré yo quien invente un final para dejarlos satisfechos. Para mentir están los abogados.
Hace ya más de cinco años que he dejado las calles. Para protegerme, o para proteger a los ciudadanos, quien sabe, me han confinado a un escritorio perdido, en una oficina aún más perdida, a la que por supuesto, llegan las cosas perdidas.
Y así en una mañana, una de tantas, me llegó este aparato que alguien encontró en algún lado. Los detalles no tienen importancia, y aunque la tuvieran, los desconozco. Pero me disperso, y no quiero.
El aparato en cuestión era uno de esos teléfonos inteligentes, tan inteligentes que ni números tenía, solo una pantalla con dibujitos, uno de los simbolizaba un procesador de palabras, y por alguna razón, ese fue el que toqué.
El documento decía “Diario”, y confieso que no fue solo la tarea de encontrar al propietario lo que me impulsó a leer, sino la curiosidad de ver algo en lo que alguien por fin no mentiría. ¿Qué sentido tiene mentirle a un diario personal?
Pero no tengo que dar excusas, o tal vez si, porque he encontrado a la dueña del aparato, y no es a ella a quien se lo entregaré, sino a otra persona. Y ustedes, si me siguen leyendo, entenderán el por qué.
La dueña no dudaba en describirse como una mujer fría y sin sentimientos, y yo creo que se queda corta. Se sabía hermosa, y su impresión era exacta, según pude ver en fotos que encontré en otra carpeta del aparatito. “Soy mala”, decía en algún otro momento, pero en realidad era peor.
La dueña hablaba de una hermana menor, y era la historia de Blancanieves adaptada a este siglo de mierda en el que vivimos. La hermana menor era hermosa, aún más que la bruja (ya la había bautizado yo como tal), y había fotos que convalidaban esta opinión.
Las dos eran bellas, pero ahí terminaba toda semejanza. Donde la bruja era calculadora, Blancanieves era despojada, donde era terminante, la otra era asertiva, donde una era pasto, la otra flor. Y todo esto era apreciado y resentido por la bruja, que era inteligente como ella sola. Aún más que Blancanieves, para ser honesto.
Pero todo este resentimiento era soportado estoicamente por la bruja, con una parsimonia que hasta podría enaltecerla, si no hubiera habido aquel incidente. Fatal, por cierto, y que consistió en el enamoramiento de Blancanieves.
Porque a ninguna de las dos hermanas les faltaron pretendientes jamás. Es cierto que las historias de la bruja eran más escabrosas, los corazones rotos más abundantes, y la sangre más roja, pero en tanto una jugaba, la otra también. Hasta que el corazón de Blancanieves tuvo dueño, y su felicidad fue total.
La bruja simplemente no lo toleró, y cuando Blancanieves partió al castillo de su príncipe azul (un dos ambientes en San Telmo), la bruja juró destruir eso que ni nombre se animaba a ponerle, y recuperar a su hermana. Nunca más la dejaría partir.
Y así fue como después de probar todo lo probable, y planear todo lo posible, se presentó una noche en la casa de Blancanieves, con una botella de vino envenenado. El veneno no era tal, por supuesto, sino simplemente un narcótico potente, que le permitiría dominar al príncipe de Blancanieves. En menos de diez minutos el tipo estaba regalado en el sillón, y en quince, ambos estaban desnudos.
Fumaba un cigarrillo cuando Blancanieves entró al palacio, y sonreía cuando Blancanieves los encontró a los dos desnudos.
La historia siguió con la furia de Blancanieves, que la bruja describió con lujo de detalles, y flujo de placer. Autos incendiados, departamentos vaciados, golpes y hasta cárcel. Y al final del día, el perdón de Blancanieves a la bruja. Eran hermanas, y la bruja, inteligente como el mal, lo había sabido desde un principio.
Esto que conté pudo haber sido ficción, pero soy policía, y comprobar estos datos no fue difícil.
Ahora mismo, mientras termino de escribir esta carta con trazo firme, en una hoja arrancada del cuaderno de mi nieta, la veo venir caminando hacia mí, y entiendo cada uno de los actos desesperados del príncipe por recuperarla. Para ser preciso, esta Blancanieves no es morocha, sino rubia como una cerveza en verano, y hermosa como tomarla. Camina firme. Rápido pero no apurada.
-Señorita, ¿me permite?
Me mira con ojos de algún cristal precioso que nunca podré tener, y para mi sorpresa, sonríe. Estoy parado en una plaza, enfrente de su trabajo, con una historia que romperá corazones que creían estar rotos. Romperá el suyo.
Le señalo el banco, y sin dudarlo, ella se sienta. Estoy agitado, haciendo algo que jamás debería haber hecho, y no es que el jueves me retire, sino todo lo contrario. Es porque el jueves me retiro, que esta es mi última oportunidad de hacer algo bien. Ella parece adivinar mis dudas, y espera.
-Señorita, tengo una historia que contarle. ¿Le molesta si la tuteo? Podría ser mi nieta.
Y sigue sonriendo, mientras los dioses mezclan una nueva baraja, cuya primera carta me toca descubrir a mi.
-Para nada. Decime Mariana. ¿En qué te puedo ayudar?
Sigue en: Furia
Broche de oro, para no variar. Todos los caminos conducen a Mariana y Nicolás, a lo Pulp Fiction (si me permitís la comparación), vamos y venimos entendiendo cada vez mejor lo que sigue pasando a lo lejos.
ResponderEliminarGenial
Gracias. No solo te permito la comparación, sino que te la agradezco. Es lo que estoy tratando de hacer, con la clara limitación de que no soy Tarantino.
ResponderEliminarMariana en la cancha. Mariana en la calle. Mariana en todos lados. Excelente.
ResponderEliminarSoy una Mariana,y encontrar a NippurDL seria un regalo de la vida.
ResponderEliminarGracias, honradísimo, pero ya tengo mi Mariana, y es todavía más grosa que la de los cuentos.
ResponderEliminarmuy bueno, marcos!
ResponderEliminarme encanta como la historia empieza a ir y venir en el tiempo
excelente como siempre. Gracias por compartirlo
ResponderEliminarBuen, 'ta bien, voy a comentar una vez más: GENIO.
ResponderEliminarGracias por brindarnos algo suyo. Felicitaciones!
ResponderEliminarMarcos, el como una visión 360 de un hecho único. Excelentemente ejecutado además.
ResponderEliminarUn abrazo!
Cada cuento es una nueva prueba del vuelo que tiene tu cabeza, de lo alto que puede llegar.
ResponderEliminarEstoy viviendo dos novelas, ambas me provocan igual satisfacción al ser leídas.
Estoy segura de que me estoy quedando sin palabras, espero eso no te pase nunca. Puedo seguir leyendo en silencio ...
Genial, Marcos!