La Muerte apareció en forma de olvido, sin anunciarse ni decir adiós. Un día, simplemente, Laura desapareció de su cabeza.
La mañana fue distinta, y en lugar de arrastrarse por el peso de la bolsa de recuerdos, caminó erguido como un hombre. Silbaba.
Los días cambiaron a meses, y las noches a risas. Conoció a otra mujer, y fue feliz.
Pero la Muerte cobra sus deudas, y solo porque él le caía bien, decidió llevarse a alguien lejano, alguien pronto a partir, y que él no extrañaría mucho.
Y él, que estaba en un momento de plenitud, fue consciente del final a que todos estamos sujetos, y maldijo a la Muerte. No gritó al cielo ni tampoco tuvo la necesidad de hablar. Fue un único pensamiento. Unico y devastador.
Al día siguiente, contra toda probabilidad en una ciudad de millones de habitantes, él se cruzó con Laura.
Y recordó.
Gracias por sacarnos de la muerte, y revivirnos con letras &
ResponderEliminarImpresionante.
ResponderEliminarTenes un don, y no un Don Jose, uno de verdad.
ResponderEliminarGracias por compartirlo.
imprecionante.. sin palabras,,
ResponderEliminarMuy bueno Nippurdl. Un abrazo .
ResponderEliminarCada cuento, cada género es una prueba más de que talento sobra.
ResponderEliminarGracias por los viajes y sensaciones
Me hace acordar un poco a Dolina.
ResponderEliminarHermoso relato, la verdad. Me llena de nostalgia.
Me encanta la forma en que decis tanto, más allá de las palabras. Abris un mundo en tus lectores. Al leerte, cada uno se cruzó con su Laura y otros tantos muertos.
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