Tengo el don de reconocer un acento a la segunda frase, como máximo. Un mero “como estás” me basta para saber si el fulano nació en San Juan, estudió en Formosa, o se casó con una Panameña. Es un don interesante que a nadie le importa.
Allá por marzo escuché My Way, cantada por Elvis y mientras lo hacía me venían a la mente perfectos maridajes como Fernet con Cola (Branca y Coca), Simon & Garfunkel y fresco y batata. El mundo es mejor con esos matrimonios, gays o no.
Terminada la canción, Elvis dice las nueve palabras que cambiarían mi vida: “Thank you very much. Thank you, ladies and gentleman”. No tuve que reproducirlas nuevamente (aunque lo hice) para darme cuenta de que quien las pronunciaba no era un nativo de Tupelo, Misisipi, criado en Memphis, sino un porteño de la zona de retiro. Certeza total.
La vida me había enseñado que las comprobaciones no siempre son fáciles o populares. Había un director de la empresa para la cual trabajaba, por ejemplo, que había desarrollado cierta antipatía por mí. El tipo se decía salteño de pura cepa y ya la tercera palabra lo traicionaba como chaqueño del impenetrable. Como podía yo ignorar tal mentira?
Pero en lugar de deprimirme por estar sin trabajo (el director no era alguien misericordioso), tenía un nuevo proyecto, y uno ambicioso: comprobar la argentinidad de Elvis.
Desintegré los ahorros con los que tenía previsto sobrevivir un año, y lo que me quedaba de la indemnización en un pasaje a Estados Unidos. Mis conocimientos del idioma inglés son rudimentarios, pero logré después de mucha insistencia y la ayuda de un pastor protestante de Tupelo, conseguir la partida de nacimiento de Elvis. El lugar de nacimiento era falso, como ya he dicho, así que nada me permitía concluir que la fecha de su muerte, 16 de agosto de 1977, fuera verdadera. Me di cuenta de que quizás fuera yo el único capaz de demostrar que no había muerto.
Mi insistencia en entrevistar a su “viuda”, la bellísima Priscilla me llevaron finalmente a ser deportado, lo cual además de traumático fue beneficioso, pues dónde sino aquí en Argentina podría yo encontrar la verdad del asunto.
La providencia provee. Es una de las máximas de mi vida, y tan real como la moneda brasileña. Lo pude comprobar mientras conversaba con el comprador vía MercadoLibre de mi horno de microondas, un tal Javier Fraga. El tipo era un empleado de migraciones, y después de reírse un rato de mi historia se comprometió a darme una mano.
En Septiembre de 1977 un tal Elvis Pérez había ingresado a Argentina proveniente de Asunción, Paraguay, información a la que llegué después de revisar innumerables registros, cortesía de Javier Fraga.
El prontuario policial de Elvis Pérez tiene una sola entrada, la que refleja una golpiza que Elvis le habría proporcionado a un cantante guatemalteco de apellido Arjona en la línea B del subterráneo, allá por 1987. Si había mantenido alguna duda, la lectura del prontuario la desterró por completo. Elvis golpearía a Arjona “any day of the week” (mi viaje no había sido en vano; ya había logrado someter a la lengua inglesa)
Por desgracia, en el domicilio de Elvis Pérez funcionaba en la actualidad un supermercado chino, y nadie parecía recordarlo. ¿O sería que tenía que pasar unos días en china para poder entenderlos?
Olvidé decir hasta ahora que además de mi oído absoluto para acentos, poseo un gran don de gentes, y un conocimiento profundo de la informática en general. No me resultó difícil entonces conseguir un trabajo de telemarketer solucionando problemas de un programita de computación que sin duda los tenía. Mi área de influencia era la costa este norteamericana, el idioma no era ya una barrera, y además nos proveían de un manual comprensivo diseñado para evacuar cualquier duda que pudiera presentarse. Duré dos meses, pero el valor intrínseco de la experiencia fue permitirme el pago del alquiler de idéntico plazo.
Tuve que prescindir del celular y de la línea fija en aras de priorizar la comida, decisión que interrumpió mis averiguaciones vía telefónica sobre los diversos Pérez obrantes en guía. Eran muchos. Pensándolo bien, haber sido desafectado como telemarketer me dolió por el dinero, pero más por la imposibilidad de seguir llamando a los Pérez.
Otra pérdida fue la de la medicina prepaga, pero mi internación en el Hospital Fernández para ser operado de urgencia de apendicitis finalmente resolvió mi vida.
La enfermera que ignoraba mis gritos de dolor lo hacía con la ayuda de un MP3 que reproducía música a altísimo volumen en sus auriculares, permitiendo que todos los pacientes de la sala compartiéramos sus asquerosas cumbias. Hasta este domingo, 3 de enero de 2010., en que la canción “Noche de amantes” de Sandro, se coló entre el tachín tachín habitual de la profesional de la salud. El click fue inmediato: Elvis Pérez ... Sandro.
Ahora son las 6 y estoy esperando que la pequeña infección causada por alguno de los millones de virus que dan vueltas por este agujero inmundo se cure, y pueda salir a demostrar al mundo lo que solo yo se. Me duermo sabiendo que hay luz al final del túnel.
-Hola macho, impresionante lo tuyo- me dice Elvis/Sandro al día siguiente, mientras me sirve un Johnnie Walker, etiqueta azul, sin hielo. Y su acento es tan porteño como el mío, lo reconocería hasta en el cielo.
Genial =)
ResponderEliminarSiempre tengo la costumbre, de entrar, posicionarme en la página que voy a leer y bajar hasta que termine la misma, para luego comenzar, hoy me sirvió de mucho, por que leí acompañada de ese gran cantante que es uno de los protagonistas en tu relato y se siente bien, gracias Nippu, por eso.
ResponderEliminarExcelente relato y distinto a lo que veníamos leyendo, aunque en realidad, todos recorrieron diferentes géneros. La similitud estaría en que los cinco ocasionaron placer al ser leídos.
Sos muy bueno escribiendo, acá hay vapor para rato (por suerte).
Y sabés que es lo mejor siempre?
Que respetás algo que en los relatos me encanta, mantener la intriga hasta el final, nunca sabemos cómo van a terminar.
Creo que dije bastante como para que tengas en claro que me gusta leerte!
Me encataría ir al cielo y que me pase lo mismo, es un buen plan ... quien sabe?
Un abrazo!
Habrá algo más libre y personal que imaginar como será...
ResponderEliminarAbrazo Marcos.
Simplemente debo decir que lo tuyo es talento puro, no se cuan nato o trabajo esta pero asi como esta es perfecto, no se cuantos cuadernos tendras escritos pero me gusta leerte asique segui escribiendo.
ResponderEliminarUn beso
Y mi admiracion
me encanto.
ResponderEliminarsi sandro te lee del mas alla, le vas a sacar una sonrisa
Elvis esta vivo... me lo dijo un amigo , mientras el sol empezaba a caer...
ResponderEliminarGenial , Elvis Perez... es Roberto Sanchez...
Segui Nipu... tenes cancha para rato
Totalmente de acuerdo con el señor que arriba comenta, acá hay cancha para rato, por que el talento es infinito y del mejor!
ResponderEliminarAbrazo!
Muy bueno, mantiene totalmente el interés con esa mezcla de realidad y fantasía..
ResponderEliminarTambién tengo oído absoluto , pero para la música..
Saludos
Sublime, muy muy buen relato mi estimado Nippur.
ResponderEliminarDivertido! y con un estilo bien definido y que se sostiene desde el principio...Muy "ganchero", gustoso de leer. Saludos, seguí escribiendo, Nippur.
ResponderEliminarJajajajaja, esto estuvo divertido. Particularmente ciertos pequeños detalles que me hacen reír por lo absurdo que son, pero que a su vez, tampoco desnaturalizan el cuento y su aparente seriedad.
ResponderEliminar¡Saludos!
Perdón el atrevimiento, pero va a ser una semana que nos tiene en ascuas. Se me pone las pilas, querido autor!
ResponderEliminarSaludos!
Marcos, te agradezco profundamente que hayas demostrado de esta manera tan ingeniosa lo que todo sabemos hace rato sobre Elvis / Sandro.
ResponderEliminarPero también te agradezco con la misma intensidad otra cosa no menos importante: que hayas hecho que alguien le dé una golpiza a Arjona.
Si señor! Lo de la golpiza a Arjona cuando aún era desconocido fué de lo mejor
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